lunes, 20 de diciembre de 2010

Javier Chicharito Hernandez


Él piensa en ganar. Sale, sonríe y lleva su cuerpo de 1.75 metros, “rápido, potente y buen definidor” —según la FIFA— a perseguir por las canchas al dios hecho hecho bola para meterlo en una portería y detonar esa “desproporción de realidad y deseo” con la que cuenta el futbol, según Juan Villoro. Él es Javier Hernández, el joven mexicano que este 2010 tuvo una historia de éxito que no generó “sospechosismo” y sí aplausos y gritos emotivos.
El Chicharito, nieto de Tomás Balcázar, delantero emblema del Club Deportivo Guadalajara, e hijo de Javier, Chícharo, Hernández, delantero de los Tecos de la UAG, del Club Morelia y jugador mundialista en 1954, tenía nueve años cuando se unió a las Chivas, en una liga inferior. Ya en 2006 debutó con el primer equipo metiendo un gol en la victoria de éste frente al Club Necaxa.
Javier, quien ahora vive en Inglaterra, gusta de comer carne, según dijo al Conde K en una entrevista para la emisión Contacto Deportivo, empezó a sonreír con más frecuencia en 2009, pues en el torneo de Apertura se colocó como el tercer mejor goleador. Luego, en el torneo Bicentenario, se consolidó como el goleador estrella del “Rebaño Sagrado”.
El ídolo de una afición que este 2010 vivió en un contexto violento (incluidos juvenicidios), polémico, de inestabilidad política, social y económica, logró seguir su juego: el 8 de abril firmó un contrato de cinco años con el Manchester United, vino el Mundial de Sudáfrica, el gol a Francia, 56 años después de que su abuelo hiciera lo propio frente a Les Blues, siguió su anotación ante Argentina y el adiós de México a la Copa del Mundo. Se despidió de las Chivas el 30 de julio. Hizo su primer anotación en el ManU en la pretemporada frente a las Estrellas de la MLS el 28 de julio.
“¡Así se hace, cabrón!”, “¡Ya no eres un chicharito, eres un garbanzo!”, “¡Cásate conmigo, te amo!” son algunas de las expresiones que se oyen cuando juega Hernández; la afición lo quiere, incluso es, según Google, el personaje más buscado este año por los usuarios mexicanos. No sólo eso, en YouTube circulan canciones para él, Chico is the man por The World Red Army Ft. Choco Orta y La canción del Chicharito.
De su carisma habló Sir Alex Ferguson, que dijo que el joven “siempre sonríe cuando juega”, y, según notas de agencias, 26 de los mineros chilenos que estuvieron de visita en el Club ManU prefirieron pedirle un autógrafo a Hernández. Además, Bleacher Report, sitio deportivo, lo consideró uno de los mejores 50 artilleros y el ayuntamiento de Guadalajara informó que el delantero se ha hecho acreedor a la Medalla al Mérito Deportivo. Y, aunque tiene más del 90% de aprobación de la gente, también hay quienes comentan: “lo inflan demasiado, aún no ha hecho nada”, “como que le hacen mucha fiesta al chamaco en todos lados”.
Javier Hernández nació el 1 de junio de 1988, tiene novia, expresa su fe católica y escucha a La Arrolladora Banda El Limón; es el “niño héroe” que sí ha podido hacer lo que le gusta. Sabe que “obsesionarte con el gol puede complicarte”. No habla de las comparaciones que hacen de él y Hugo Sánchez.
Sobre uno de sus 36 goles en clubes, el anotado el 26 de octubre al Wolverhampton Wanderers hizo que Juan Villoro reflexionara en un artículo del diario Reforma: “...Ahora ha realizado una jugada única, acaso irrepetible: el gol ciego... Los místicos y algunos grandes artistas cierran los ojos para ver. Lo mismo hizo el Chicharito Hernández con su gol ciego: millones de personas lo veían, pero sólo él vio lo invisible”.
¿Asustará a Hernández tanta esperanza en él? “No nos va a fallar”, dice la letra de la canción Chico is the man. ¿Preferirá seguir viendo lo invisible para no desinflarse con la fama, los elogios, que son, también, exigencias? ¿Querrá ser el héroe, el Chicharito de la fortuna de la afición, o correrá más metros de cancha para ser sólo Javier Hernández, un futbolista? ¿Por cuánto tiempo más la afición —incluidos críticos y seguidores— estarán con él? Lo sabremos después; mientras, el balón sigue rodando y él se ha parado en la cancha de “la pasión organizada mejor repartida del planeta” que es el futbol, como dijo Villoro en Dios es redondo.

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